Malditos y eternos espejos que me hacen zozobrar, mientras veo tu cara del revés, mi cuerpo surcándote a dentelladas.
Erótica perspectiva del ser.
Y se apaga la luz y se nubla la conciencia, si me amarro a tu cuello y me pierdo sin rumbo, en tu bosque, sin migitas de pan para volver a casa.
Un ritmo, dos ritmos, tres ritmos, ¿cómo lo quieres? intenso, bebiendo piel, robándole a la vida.
Tengo un agujero en el pecho oscuro y profundo, residuo, de sangre reseca.
El hueco de un asta de toro, la huella en el cuerno, mi sangre en su cuerno, el acople perfecto.
Una herida abierta, un hilo conductor, un vaso comunicante.
Sus pezuñas se aproximan, me embisten descargas de frenesí, no hay tregua en el hueco, espera a volver a llenarse de cuerno, la nada, un todo una y otra vez.